Análisis: La Chaqueta Metálica

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Hoy vamos a tratar una de las películas más importantes de uno de los directores más importantes. Stanley Kubrick te puede gustar más o menos, pero de lo que no hay duda es de su extensa aportación al cine y de la calidad de sus obras. Desde Miedo y Deseo (1953) hasta Eyes Wide Shut (1999), pasando Senderos de gloria (1957), Espartaco (1960), la dramática Lolita (1962), la sátira de Dr. Strangelove/¿Telefono Rojo? Volamos hacia Moscú (1964), la filosófica 2001: Una odisea del espacio (1968), impactante La naranja mecánica (1971), la bella Barry Lyndon, el homenaje a la locura de El Resplandor (1980) y finalmente la película que tratamos, La chaqueta metálica (1987).

Kubrick era un director polifacético. Como hemos visto, hacía una película dramática sobre un amor imposible y su siguiente obra era una sátira sobre la Guerra Fría. Pero daba igual el género que tratara que siempre hacía unas grandes películas, algunas, incluso obras de culto.

Escena rapada

La Chaqueta Metálica comienza con una escena rompedora. Aparecen varios jóvenes sentados en unas sillas mientras el peluquero les rapa el pelo. Aquellos jóvenes dejan todo atrás, van a formar parte del entrenamiento militar. El corte de pelo les cambia la mentalidad a la vez que les hace ver que todos allí son iguales, nadie está por encima de otro. Es una metáfora. No se podría considerar una licencia del film,  puesto que en los cuerpos militares todos las personas que llegan pasan por ese trámite, pero sí que destaca que Kubrick la situe al comienzo del film, ya no sólo por seguir un orden cronológico de lo que les ocurre a los soldados durante la instrucción, sino porque sitúa tal escena justo después de los créditos iniciales, es decir, cuando lo que se ve en la pantalla resume la idea principal de la película.

La película arranca desde el segundo cero. Todo esto se refleja gracias a un guion que además de excelente llega a convertirse en ciertas escenas en el auténtico protagonista.

 

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«Aquí mi fusil, aquí mi pistola. Una da tiros, la otra consuela»

¿Cuánto mides recluta? –Señor 1´80 señor- No sabía que una mierda podía ser tan alta.

Todo esto forma parte del «primer acto» de la película. En él se representa al estado americano como un sargento duro, misógino e implacable, que imparte disciplina e intenta sacar hasta la última gota de sus militares. Es un simil, una personificación. Realmente el objetivo es endurecerlos mediante insultos y humillaciones, hacer que no le teman a nada. En definitiva, cambiarles completamente la mentalidad, anularles la personalidad, convertirlos en máquinas de matar. Todo esto lleva a una de las escenas con más simbolismo de la película.

 

La última noche antes de abandonar el campamento y dirigerse a Vietnam, en los baños, sentado en la tapa de un retrete (piensen en el porqué de los baños y el retrete sabiendo el uso que hacen los cineastas de recursos líricos), el recluta Patoso, destrozado mentalmente por las crueldad de la instrucción, es descubierto por Bufón, el único de sus compañeros de entrenamiento que consideraba un amigo pero que le había traicionado. El recluta Patoso comienza a gritar frases enseñadas en la instrucción mientras carga a Marlene, su fusil, con balas de 7’62 milímetros con camisa metálica. El sargento Hartman, despertado por los gritos, llega a los baños donde es informado de la situación por Bufón. Al principio el sargento intenta por las buenas que Patoso deje el rifle, al no conseguirlo cambia y devuelve su discurso a la arrogancia y la humillación, esto le cuesta su vida. Tras matar al sargento, Patoso se suicida.

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Aquí terminan los que probablemente hayan sido los cuarenta y cinco minutos más intensos que haya dado una película (anti) bélica. Cómo se destruye a una persona con un yo débil. La destrucción de su voluble narcisismo, ya mellado de antemano. La traición de quien consideraba su amigo, la crudeza de la instrucción militar en el cuerpo de marines y lo destructivo que puede llegar a ser para los que rodean a una persona con carácter obsesivo. Una condensación de valores humanos universales en una obra de Stanley Kubrick, agudo y perspicaz lector de la mente humana.

Tras esto, uno de los cortes más brutales. Como un cambio de juego de Xabi. Suena rock de los 70, aparece una prostituta vietnamita y continuamos:

En el «segundo acto» La Chaqueta Metálica se dedica a contarnos qué pasó con Bufón y a narrarnos el conflicto bélico. El marine decidió ser corresponsal de guerra de la revista Barras y Estrellas y es destinado a Vietnam. Kubrick aprovecha para contarnos la manipulación de los medios por parte del ejército, es decir, por parte del estado, añadiendo victimas americanas cuando no las había o pintándonos la guerra como un conflicto por y para el pueblo vietnamita. Bufón, un personaje caracterizado por cabello rubio y con gafas (piensen el porqué de las gafas) que porta un casco en el que se lee Born to kill (Nacido para matar) junto al famoso emblema de la paz. Definitivamente a Bufón el entrenamiento militar del sargento Hartman tampoco le había hecho una máquina de matar. Tampoco le habían manipulado.

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Gracias a este personaje Kubrick nos da un paseo por la arrogancia y crueldad de los americanos. Las escenas del militar en el helicóptero acribillando a tiros una población civil vietnamita llena de niños y mujeres, y la del cadáver de un soldado enemigo cómo mascota de uno de los campamentos estadounidenses no están ahí porque si.

Finalmente, nos interesa destacar las dos últimas escenas. En primer lugar la del francotirador, dónde vemos cómo el pelotón de infantería en el que se encuentra Bufón llega a una ciudad en ruinas a la que no debían llegar, se han perdido. Uno de los soldados es mandado a asegurar esa posición, cerciorarse de que está completamente abandonada y que es seguro el paso del resto de marines. Cuando llega a la plaza es abatido por un francotirador. He aquí cuando aparecen e identificamos tres tipos de personajes, cada uno encarnando un valor distinto, una cara distinta de la guerra, y en el fondo tres visiones de la valentía y el miedo, y la relación valentía/temeridad.

Con el sonido de los gritos del soldado abatido de fondo la escena gana en tensión  Aparece Cowboy, el  líder del pelotón era un antiguo compañero de Bufón en el campamento de entrenamiento. Es el más cobarde de los tres y pide pide el apoyo de un tanque, le hacen esperar. En lo que dura la espera aparece nuestro segundo personaje de interés. Un soldado corre sin temor (tal y como le enseñaron) hacia el compañero abatido con el objetivo de ayudarle. Su acción más cercana a la temeridad que a la valentía, se ve castigada con otro disparo del francotirador, que impacta contra nuestro solidario marine.

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Cowboy, en un síntoma más de cobardía e incluso de egoísmo, es tomado por el miedo y decide dar media vuelta ante la negativa de su petición del tanque. Aquí es cuando aparece nuestro tercer sujeto de interés, el líder moral del grupo. Es un soldado violento que lleva un collar de balas y una ametralladora. Es valiente, sin miedo, con sed de sangre, el que sería héroe patriótico de otras películas nos lo pintan como una bestia salvaje y sin compasión, pero con una gran solidaridad por sus compañeros en el campo de batalla. Seguramente fue el mejor alumno en aquel campo de entrenamiento que se nos descubría en el «primer acto», desde luego su sargento si que hizo muy bien su trabajo.

Finalmente el valiente soldado consigue asegurar la zona. Llega el resto de soldados y Cowboy, que decide volver a llamar para pedir ayuda y sin darse cuenta deja su cabeza a tiro del francotirador, que consigue colar su bala entre los barrotes de una ventana y matar a Cowboy. Todo esto es un claro guiño a una de las primeras escenas de la película.

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Tras esto, Bufón y un par de soldados más consiguen llegar al edificio donde se encuentra el francotirador. El protagonista de las gafas y el característico casco tiene a tiro a la francotiradora (si, es una mujer) pero al apretar el gatillo no dispara ninguna bala. Él no nació para matar.

La película acaba con una canción y una reflexión. El pelotón se marcha cantando una canción infantil sobre un fondo infernal, mientras, el protagonista reflexiona “Estoy tan feliz de seguir vivo, de una pieza, y a punto. Este mundo es una puta mierda, si. Pero estoy vivo y no tengo miedo

Fundido a negro. Suena el Paint It Black. FIN.

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«Las grandes naciones han actuado siempre como gánsteres, y las pequeñas, como prostitutas» Stanley Kubrick

En definitiva y a modo de resumen, desde mi punto de vista lo que nos intenta contar Kubrick con ésta película es la manipulación y adoctrinamiento mental que se hace sobre el ser humano hasta el punto de anular la personalidad en muchos casos. Hay que recordar que las principales temáticas de Kubrick se basan en la lectura de la mente humana, y que no iba a repetir el mismo mensaje anti-bélico que ya había tomado en Senderos de gloria, aunque si que llega a ser un mensaje secundario.

Al fin y al cabo, aunque existan dos partes muy diferenciadas en cuanto a lo estético, desde el punto de vista de la idea, ambas partes ligan y forman un todo que nos habla de la evolución de esa manipulación y de cómo acaba creando, o destruyendo, distintos seres y caracteres en función de la fortaleza de sus «yo interiores».

El visionado de la película, así cómo su posterior análisis, son muy recomendables para disfrutar al 100% de la experiencia cinematográfica de una obra de culto. Aquí os dejo el trailer:

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